
La ingeniería genética permite aislar desde un organismo la secuencia de interés de ADN y propagarlo en otro organismo, permitiendo obtener cantidades ilimitadas del producto codificado por dicho gen. En términos simples, la metodología consiste en tomar un fragmento de ADN, obtenido habitualmente por acción de enzimas de restricción, el que se une covalentemente por medio de una enzima ADN ligasa a un vector o plásmidio generando una molécula nueva conocida como recombinante. El vector que se utiliza contiene secuencias que permiten la replicación y secuencias que facilitan su selección. Estas últimas, en ocasiones son genes que confieren resistencia a antibióticos específicos. Luego, el ADN recombinante obtenido, se introduce en un microorganismo, el que se cultiva y selecciona por su resistencia al antibiótico. Al crecer, se expresa el gen de interés y se introduce en el vegetal que se desea modificar, obteniéndose el producto transgénico. Por ejemplo se ha desarrollado un aceite de canola bajo en ácidos grasos saturados, bajo en triglicéridos y rico en aceites marinos, que además era de bajo costo y sin el gran incoveniente del «olor a pescado», además enriquecido con fibra y algunos micronutrientes como vitamina E y A. En teoría este aceite podría reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y por ende de enfermedades cerebrovasculares al igual que de cáncer.

Eritropoyetina recombinante humana como neuroprotector
De acuerdo con varios autores, la administración de moléculas protectoras como la eritropoyetina recombinante humana (rHu–EPO) es una alternativa terapéutica potencial para contrarrestar los daños isquémicos agudos. Se ha demostrado que esta molécula tiene efecto neuroprotector in vitro e in vivo, lo cual indica su actividad antiexcitotóxica, antiapoptótica, microangiogénica, antinflamatoria y neurogénica